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Deepfakes de imágenes de satélite, una nueva amenaza
Hace ya bastante tiempo que tenemos puesto el ojo en la amenaza que plantean los deepfakes, es decir, la utilización de la inteligencia artificial para generar imagen, vídeo o sonido para crear contenido aparentemente legítimo, pero que en realidad se ha construido en base a los objetivos predeterminados por su responsable. En los últimos años hemos visto aplicaciones de lo más diversas para esta tecnología. Por ejemplo, la popular aplicación para smartphone FaceApp, es un ejemplo perfecto de un uso, al menos en principio inocente y bienintencionado, de los deepfakes.
Hay ejemplos menos inocentes, como la moda que pudimos ver hace unos años, en la que se tomaba una escena de pornografía y, mediante la inteligencia artificial, se sustituía el rostro de uno o varios de sus participantes por el de celebridades (principalmente mujeres). Aunque los sitios web dedicados a la pornografía procedieron a borrar estos deepfakes, se ha seguido generando mucho contenido de este tipo y no es nada complicado encontrarlo en Internet. E incluso a día de hoy, cuando esta técnica es bien conocida, todavía son muchas las personas que al encontrar un vídeo de este tipo piensan que es real.
Más recientemente hemos sabido de un nuevo uso de los deepfakes y que, a diferencia de los que conocíamos hasta ahora, se produce en tiempo real y es interactivo. Hablo de la supuesta suplantación de opositores rusos en conversaciones con políticos europeos, un ejemplo perfecto del encaje que pueden tener los deepfakes en multitud de conflictos internacionales, así como en el entorno corporativo. Y es que la combinación de estos y el spearphishing promete un escenario de pesadilla en muchos contextos.
Y la última tendencia al respecto, debo reconocer que me ha sorprendido, la encontramos en un artículo de The Verge, en el que se alerta sobre los riesgos que plantea el uso de esta tecnología en las imágenes tomadas por satélite. Y sí, en un primer momento puede sonar un tanto extraño, pero lo cierto es que a poco que lo pensemos, este tipo de imágenes, al igual que la fotografía aérea anteriormente, es un elemento con mucho peso en determinadas situaciones.
Por ejemplo, las imágenes tomadas por satélite son un elemento probatorio de acciones cuyos autores pretenden ocultar. Una parte importante del conocimiento que tiene occidente sobre Corea del Norte viene de este tipo de imágenes, y también son una importante herramienta para cuantificar la extensión de incendios forestales, de talas indiscriminadas y otros incidentes que se intentan mantener ocultos.
En octubre de 1962 el mundo se enfrentó a la mayor crisis de toda la guerra fría. La Unión Soviética de Nikita Jrushchov envió misiles a Cuba con la intención de tener capacidad de atacar con armas nucleares la inmensa mayoría de los Estados Unidos Continentales. Un avión espía U-2 pudo fotografiar los mismos. Días después, J.F. Kennedy hizo una declaración pública en la que afirmaba la existencia de esos misiles y exhortaba a la Unión Soviética a retirarlos, además de anunciar un bloqueo a Cuba. La opinión pública se polarizó rápidamente
Y no fue hasta que Adlai Stevenson, embajador de Estados Unidos en la ONU mostró públicamente las imágenes capturadas por el U-2, que la inmensa mayoría de la comunidad internacional se alineó con Estados Unidos, criticando a la Unión Soviética por llevar al mundo a esa situación de tensión. Unas fotografías aéreas sirvieron para definir la posición de medio mundo, una historia que nos puede ayudar a entender mejor la importancia de las imágenes tomadas por satélite y el riesgo que plantean los deepfakes.
Con los deepfakes, es posible falsear un tipo de información que, por su origen, suele contar con una enorme credibilidad. Diariamente vemos muchas imágenes tomadas por satélite y las damos como válidas sin someterlas a los filtros que sí que empleamos con otros tipos de contenidos. Sin embargo, son tan manipulables como el resto, y las falsificaciones pueden ser empleadas como réplica a acusaciones con imágenes reales, o incluso para modificar el sentido de la opinión pública en muchas circunstancias.
La información geográfica falsa no es algo nuevo, desde hace muchos siglos se ha empleado con fines políticos, intereses comerciales, etcétera. Incluso a día de hoy, existen algunas divergencias sobre los emplazamientos y las longitudes concretas de determinadas fronteras, divergencias que suelen ser mantenidas por ambas partes. Con los deepfakes la contrainformación gana muchos enteros, y nos obliga a observar con otros ojos las imágenes que, supuestamente, llegan directamente desde los satélites.