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Por mucho que quieras a tu mascota, no emplees su nombre como contraseña
Pronto celebraremos el día de la contraseña. Como cada primer jueves de mayo, llegará el día de recordar los hábitos de seguridad que deberíamos seguir con las mismas, medidas de protección adicional y, por supuesto, paladear con una pizca de incredulidad y otra de terror algunos ejemplos de claves inseguras que pensábamos que habían quedado atrás con el cambio de siglo. No me arriesgo demasiado si digo que, con seguridad, descubriremos que hay personas que siguen empleando la fascinante 1234. No quiero parecer desagradable, pero proteger algo con una contraseña así, casi está pidiendo a voces que alguien se aproveche de ello.
Es por eso, porque todavía siguen quedando personas que protegen el acceso a servicios, documentos, etcétera con el nombre de sus hijos, su pareja o su mascota, por lo que se sigue celebrando el día de la contraseña, y la razón por la que los medios recogemos y publicamos puntualmente dichas informaciones. Ya no debería quedar una sola persona, sobre la faz de la Tierra, que tenga un acceso razonablemente normalizado a estas herramientas y que aún no conozca los riesgos inherentes a las contraseñas débiles.
Es con esa visión con la que el National Cyber Security Centre británico optó por el día nacional (británico, repito, sé que el día mundial de los animales es el 4 de octubre) para recordar que debemos querer mucho a nuestras mascotas, pero que no debemos expresarlo utilizando su nombre como contraseña. Y es que uno de los datos de un estudio llevado a cabo por el NCSC, el 15% de los británicos utilizan el nombre de su mascota como contraseña para las cuentas de servicios online.
Los nombres de mascotas no son, como ya era imaginable, la única contraseña insegura por la que optan los británicos. En el ranking los siguientes elementos más empleados son los nombres de los miembros de la familia (14%), una fecha significativa (13%) o su equipo deportivo favorito (6%). Cualquier contacto de una persona que emplee ese tipo de contraseña podría averiguarlo simplemente revisando sus publicaciones en sus redes sociales, o si la conoce en persona y tiene acceso a esa misma información.
Los datos arrojados por este estudio no nos sorprenden en absoluto, pues están en consonancia con otros muchos de estilo similar que hemos visto en el pasado, como el publicado en noviembre del año pasado. Por no hablar de otros malos hábitos, como la reutilización de contraseñas, que también está terriblemente extendida. Y no estos malos hábitos no se dan solo en el ámbito personal, también podemos encontrar deshonrosos ejemplos como éste.