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¿Es la ciberguerra el futuro de la guerra?
Hace ya algunos años que la ciberguerra ha ido ganando peso en los conflictos internacionales. Más aún, y por razones lógicas, en aquellos enfrentamientos en los que no ha mediado un casus belli y, por lo tanto, no se puede dar un enfrentamiento, digamos convencional. Y también encaja a la perfección en conflictos en la distancia, es decir, en aquellos en los que los países (o bloques) enfrentados con comparten fronteras. Y es que la expansión territorial hace mucho que dejó de ser la principal causa de los conflictos bélicos.
Ahora los conflictos pueden tener razones ideológicas (en esto no hemos cambiado) o económicas, que en realidad es una de las bases subyacentes a los intereses territoriales. Los intentos de Rusia por hacerse con el control de la península de Crimea no corresponden a una cuestión de orgullo nacional, sino de facilitar al país una salida al Mar Negro, así como mayor control sobre la región y presencia en oriente medio.
Sea como fuere, la guerra convencional es muy cara, sus resultados pueden ser muy inciertos y socialmente genera un enorme rechazo. Solo en circunstancias muy, muy justificadas, o si son justificadas con razones ideológicas que son aceptadas por el grueso de la sociedad, es posible que los gobernantes puedan iniciar un conflicto bélico sin empezar a pagar, de inmediato, sus consecuencias en lo referido a su aceptación social. Ni Trump podría iniciar una guerra con Corea del Norte sin empezar a acusar desgaste desde el primer minuto. Un desgaste que, por cada baja en las filas propias, se multiplicaría por 10.
La ciberguerra, sin embargo, resulta mucho más económica, aséptica y no cuenta con el rechazo social al que sí que se enfrentan las guerras convencionales. Es más, buena parte de la sociedad observa con una cierta admiración esa imagen, quizá excesivamente cinematográfica, de grandes salas oscuras en las que unos cuantos genios de la informática y las matemáticas se hacen, de manera remota, con el control de determinadas instalaciones estratégicas de un país rival. El cibersabotaje y la ciberguerra son «sexies», si los comparamos con la brutalidad del campo de batalla.
Y en ese contexto se puede encuadrar perfectamente la noticia publicada por el diario británico The Register, en la que en su habitual tono divertido y burlón, cuenta que el ejército británico podría estar considerando deshacerse de algunos de sus regimientos de tanques, y destinar el presupuesto de los mismos a la contratación de personal y la puesta en marcha de instalaciones destinadas a la ciberguerra, el ciberespionaje y el cibersabotaje.
Es este un asunto, como ocurre con otros tantos, que en realidad no admite de posiciones binarias. Tiene todo el sentido, en el mundo en el que vivimos, conceder cada día más peso a la ciberguerra en los presupuestos de defensa, tanto en lo referido a posiciones ofensivas, como también a contramedidas que permitan a los estados repeler ataques por parte de sus rivales. Y es que al hablar de ciberguerra lo primero que viene a la cabeza de todo el mundo son las acciones ofensivas, pero igual, o incluso más importante, es contar con las medidas de ciberseguridad y ciberdefensa necesarias para protegerse de los ataques recibidos.
Sin embargo, prescindir por completo de las fuerzas convencionales es, a día de hoy y para muchos, un terrible error. Tomo una cita de Rob Pritchard, de la consultora Cyber Security Expert, miembro asociado del grupo de expertos del Royal United Services Institute en The Register: «Esta idea generalizada de que invertir en vagas ‘capacidades cibernéticas’ puede reemplazar de alguna manera el gasto real de defensa en cosas que son útiles para la defensa ha ha durado demasiado. Cuando Putin envíe tanques a través de la frontera de Europa oriental, me interesará ver cuánto efecto tiene la 101 División de Hacking contra la artillería pesada«.
La clave para la paz entre estados enfrentados, y esto es así desde hace mucho, mucho tiempo, es el equilibrio de poderes. La guerra fría consistió, básicamente, en dos bloques fortaleciéndose constantemente a sí mismos para ser capaces de enfrentar la amenaza del contrario. Así, ante amenazas como la planteada por Corea del Norte en el campo de la ciberseguridad y la ciberguerra, es imprescindible que los estados establezcan unidades capaces de repeler sus acciones y responder con otras del mismo tipo. No tomarse la ciberguerra en serio puede ser, en estos tiempos, la más nefasta de las posiciones que pueden tomar los responsables de defensa.
Ahora bien, confiar todo a los bits, olvidando que la balas siguen estando muy presentes, puede ser igual de peligroso… o incluso más.